José Manuel de la Huerta / @Apocalipsis316
(25 de septiembre, 2014).- Un gobernante cae en el miedo irracional, porque sabe que está haciendo cosas muy malas…
Y es que si es verdad, la indignación es
justificada: no es correcto tratar a los niños que asisten, en compañía
de sus padres al Grito de la Independencia, como criminales en
potencia; mira que pasarlos a la báscula como si fueran a ingresar a un
penal…
El pasado 15 de septiembre, antes de la
ceremonia del Grito de Independencia 2014, los ciudadanos asistentes a
una Fiesta Nacional, o sea de todos los mexicanos, fueron cateados al
estilo de los aeropuertos, centrales de camiones foráneos y centros
penitenciarios, para poder ingresar; pero la Fiesta, como todos sabemos,
se lleva a cabo en el Zócalo Capitalino, un lugar público que no
debería ser de acceso restringido y en el que no deberían ser
cateados los asistentes a ese lugar. El caso es que en especial, en esta
ocasión, también los hijos de los asistentes, muchos de ellos bebés,
también fueron revisados por agentes de la policía federal; fueron
manoseados y toqueteados para ver si no llevaban algún arma de uso
exclusivo del ejército u otra arma de destrucción masiva en sus pañales.
¿Pero qué gente en su sano juicio puede
pensar que los padres de familia van a esconder armas en sus propios
hijos? Yo creo que nadie, eso sería casi imposible, sobre todo si
suponemos que el humano, objeto del odio, no es el hijo mismo; las
personas que pueden pensar tal aberración, sin duda lo piensan porque
ellos si serían capaces de algo así. Así el gobierno trató a los fieles
mexicanos (que asisten por tradición al grito de independencia sin
reparar en la calidad moral del presidente que encabezará dicho acto)
como criminales asesinos o cómo yihadistas suicidas, incluyendo en esta
categoría a sus inocentes niños.
Ante esta situación, la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos inició una investigación al respecto;
investigación que sin duda no servirá para nada, simplemente porque las
personas que están en el gobierno no respetan los Derechos Humanos, que
van más allá de ser cateado o no en un lugar público; y prueba de eso es
que un merolico de la secretaría de gobernación, llamado Roberto Campa,
justificó la medida y dijo que era necesaria; expresó:
“Es importante garantizar la
seguridad y tranquilidad de la gente que acude un evento público tan
importante como este y evitar cualquier abuso, especialmente para
con los niños”.
¡Pero los niños ya habían recibido
abuso! ¡Habían sido revisados hasta de sus pañales! Digo,
si los policías federales iban a revisar hasta los pañales, como una
cortesía se los hubieran cambiado a los niños que iban sucios; digo, por
lo menos para taparle el ojo al macho…
… Los revisaron como para ingresar a un
penal, pero se olvidan que los peores criminales de este País no están
en los penales, están salvaguardados entre los gruesos muros del falso
poder y la impunidad…